Los carteles del rock

 

Durante la década de los sesenta y setenta, el ímpetu arrollador del rock, y su triunfo y entronización como soundtrack de una generación, catapultó, a ambos lados del Atlántico, a miles de músicos, grupos, solistas y autores al estrellato. Si bien desde los días de Elvis el rock & roll ya había demostrado ser un lucrativo negocio, el estallido de la Beatlemania, los grandes festivales hippies —Monterey, Woodstock, Wight…—, el aura mítica de bandas como Led Zeppelin, The Who y Stones, y la fortaleza del pop comercial, que colapsaba las ondas radiofónicas, hicieron que las cajas registradoras echaran humo. El rock se convirtió, en muy pocos años, en una industria planetaria formidable. No sólo hablamos de singles, vinilos y cassettes, sino también de conciertos; especiales de televisión; estudios de grabación; discográficas; giras y grandes estructuras escénicas; diseño y moda; coleccionismo; prensa especializada —Rolling Stone, Melody Maker, New Musical Express, Rock & Folk, Best, Vibraciones— y mercadotecnia y publicidad. Hoy, mucho tiempo después de que esas dos décadas irrepetibles, únicas en la historia de la música, marcaran la vida de cientos de millones de personas, la memorabilia vintage inherente a esos días, los recuerdos, los objetos de culto, se han convertido en objeto de deseo… carátulas, ediciones especiales, rarezas, autógrafos, ropa, pins, guitarras originales, baquetas, púas, entradas de conciertos míticos. Y entre esas reliquias, las páginas de publicidad que publicaban las revistas y tabloides musicales… 

Los carteles, pósters y páginas de publicidad que reproducimos en este número de Ataraxia Magazine son parte viva, fundamental, indispensable, de la historia grande del rock. Memorabilia buscada con avidez y adquirida por coleccionistas de todo el mundo, que atesoran estos anuncios originales que en su día alertaban a los fans de la inminente edición de un nuevo single, álbum o gira de su artista favorito. Fetichismo en estado puro.

 

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Autor- Julio Murillo

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