La izquierda y el mal

yael borkow

la izquierda y el mal

Desde la ingenuidad que me queda, a menudo me pregunto por qué a la izquierda, y más cuanto más a la izquierda, le atrae tanto todo aquello capaz de destruirlo todo. Somos testigos diarios de desmanes cometidos en nombre de un comunismo que nació ya rancio y con olor a tabaco de liar, ropa sucia y sangre.

Pero os confieso que aún siendo capaz de criticar ferozmente la capacidad destructiva de la izquierda inútil, que se ha entregado a la tarea de dominar el relato de la historia de nuestros días, las ideas en las cabezas de nuestros hijos, los usos que hacemos de nuestros cuerpos, nuestro comportamiento en sociedad, y la manera en que nos relacionamos con el prójimo, más a menudo de lo que quisiera me asalta la duda de si para eso hay que estar siempre del lado de quienes no dudan en amenazar o llegar a las manos o a las armas para mostrar el odio que albergan en sus entrañas.

No hace falta siquiera hacer memoria. Ellos solos se encargan de salpicar las semanas y los días de desprecio por el ser humano y de poner a prueba la ingenuidad de los ciudadanos.

Caminando una noche por la Gran vía de mi ciudad fui testigo de un follón montado por los guardianes de la moral. Santiago Abascal se había atrevido a pisar Zaragoza. Estos chavales amantes de lo sucio, lo feo y lo gratuito, que nos han de enseñar cómo comportarnos en sociedad, acabaron quemando contenedores, hiriendo a policías a pedradas y cortando las vías del tranvía, porque a ver si se van ustedes a pensar que alguien que no sea de su cuerda puede expresar su opinión libremente. Dios nos ampare. ¡Ah, calla, no… que a Dios mejor ni mentarlo!

«Estos chavales amantes de lo sucio, lo feo y lo gratuito, que nos han de enseñar cómo comportarnos en sociedad, acabaron quemando contenedores, hiriendo a policías a pedradas y cortando las vías del tranvía…»

Esa misma semana no tuvo empacho el ayuntamiento de Zaragoza en ceder, en nombre de la libertad de expresión, un espacio a las madres de los encarcelados por dar una paliza a dos guardias civiles en Alsasua, sin que faltase en la mesa Pablo Híjar de ZeC —Zaragoza en Común—, ni el aplauso sentido y tuiteado del comunista Alberto Cubero. Miren que muchas somos madres, y todos tenemos una, pero lo de “pobrecito mi niño” no cuela. Las frustraciones patrias y venenos mentales que las señoras les hayan inoculado a sus niñotes los han llevado a la cárcel. Es lo que tiene creerse moralmente superior; que las piernas del “otro” son menos piernas que las de tu niño, y si se las rompe te da igual porque es por una buena causa. No siento ninguna pena por ellas. Si incubas el mal te sale un pajarraco.

Estaba yo en mis reflexiones/aflicciones sobre el mal que anida en algunas casas, cuando felizmente Juan Guaidó reunió lo que hay que tener, que es mucho, para proclamarse presidente interino de Venezuela. He sido testigo y prestado oído y hombro al dolor de muchos despojados de la paz necesaria para salir, para vivir, para comprar, para ver a sus familias, y este fue un motivo de esperanza. No, no soy de izquierda y no lo soy porque no me lo puedo permitir…

«La purga cinematográfica era de 24 horas, pero la UE le da a Maduro 8 días; no me negarán ustedes que los progres no son generosos.»

Pero hay puertas por las que el mal ha entrado, y dentro el sufrimiento de los congéneres es despreciable comparado con el placer morboso de poder seguir sirviendo a un ideal tan poderoso como destructivo. Un gobierno de izquierda zapaterista como el de España puede escudarse en la estrategia europea para dejar al mal campar a sus anchas 8 días más, a ver si al tirano se le sacia la sed de sangre y se queda quieto y entonces, hacemos como que lo hemos obligado a volverse demócrata. A mí lo de los 8 días me recuerda la película “La Purga”. Ya saben: 24 horas en las que hay que sobrevivir como sea, porque mientras está abierta la veda no habrá quien asista a los heridos ni recoja los cadáveres. La purga cinematográfica era de 24 horas, pero la UE le da a Maduro 8 días; no me negarán ustedes que los progres no son generosos.

También al otro lado del mundo tenemos a López Obrador alineado con el tirano mientras en México siguen muriendo decenas de personas cada día a manos de la delincuencia organizada; esa mafia asesina que el presidente no tiene ni puñetera idea de cómo parar. No por eso se priva de ir vomitando discursos moralistas mientras reparte dinero público a los ladrones de gasolina para que sean “buenos” y ya no perforen ductos; al mismo tiempo hace pactos de silencio con corruptos y se carga en dos meses los logros económicos de dos sexenios, a la par que va comiéndole el coco a la gente que cree que se puede vivir de lo que papá gobierno reparte generosamente porque no saben que le están vendiendo su alma al diablo.

Lo dicho, el comunismo nació rancio, hambriento y con olor a sangre, excepto para los que lo viven en el sofá, impartiendo cátedra desde un smartphone, sin haber dado un palo al agua y a veces hasta custodiados por funcionarios públicos.

Yael Borkow firmaPuedes seguir a Yael Borkow en su blog personal «Ideas Sueltas de una afortunada»

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Autor- Yael Borkow-Nueva

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