Osho contra el «Sistema»

Publicidad La Vuelta al Año en 80 mundos.jpgOsho contra USAPlantilla Juan Poz

«Wild Wild Country», un documental de Chapman and Maclain Way en Netflix que debe ser visto por extraordinario: La historia de Osho, el gurú hindú, y su utopía materialista instalada en Oregón. Y también «Zorba el Buda», o la curiosa historia de un guía espiritual amante de la riqueza y de la libre sexualidad.

Allá a comienzos de la década de los 80, una peculiar secta nacida en India, que fue capaz de atraer a sinceros buscadores de la iluminación, llegados desde todas las partes del mundo, especialmente del mundo occidental, seducidos por el peculiar sincretismo material-espiritualista de un gurú que predicaba la libre sexualidad y la libre expresión de la ira en las relaciones humanas, así como una suerte de comunismo propio del socialismo utópico, como la utopía Icaria, de Étienne Cabet, que tanto predicamento tuvo en algunos republicanos federalistas catalanes, como Narcís Monturiol e incluso Josep Anselm Clavé, el creador de la célebre obra social de los coros que llevan su hombre; esta secta, digo, cuyo líder, Bhagwan Shree Rajneesh, acabaría cambiando de nombre, para ser conocido simplemente como Osho, cuando se potenció, sobre todo, la dimensión económica del fenómeno, tuvo que huir de India, donde el gobierno de Indira Ghandi lo había puesto en el punto de mira de su censura moral, dada la “mala reputación” que iba adquiriendo su ashram.

La secta, especialmente la mujer a quien Bhagwan había convertido en su mano derecha, Ma Anand Sheela , rebautizada Sheela Silverman por su matrimonio con Marc Harris Silverman, quien adoptaría el nombre indio de Swami Prem Chinmaya, decidió, dada la frágil salud del gurú, emigrar a Usamérica, donde el marido de Sheela compró, en nombre de la floreciente secta, un rancho en Oregon; una superficie de 260 km2 por valor de 5.75 millones de dólares, un rancho antes conocido como The Big Muddy Ranch (El Gran Rancho de Lodo), ubicado entre dos condados de Oregón, el de Wasco y el de Jefferson. La secta lo renombró Rancho Rajnísh, y Osho se trasladó allí el 29 de agosto.

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Como el gurú de la secta había entrado en un periodo de silencio que duraría tres años, la voz cantante de ese asentamiento la llevó Ma Anand Sheela, a quien los espectadores del documental van a oír por activa y por pasiva defendiendo su obra y la razón de ser del «gobierno» de talante dictatorial que encabezó mientras duró el retiro del gurú, en nombre del cual ella decía hablar. A través de una documentación archisuficiente y muy valiosa, desde el punto de vista tanto de los «sanniasins», que así se llamaban los adeptos, como de sus opositores, los espectadores van a asistir a un apasionante momento en la historia de la vida de las sectas en un país en el que las autoridades han tenido que lidiar con ellas a fuerza de leyes e incluso por la ley de la fuerza, como episodios posteriores como el de la secta de Waco nos demuestran. De algún modo, esta aventura de los «oshistas» estuvo a punto de acabar como la de Waco —que como muchos recordarán acabó como el rosario del alba, es decir: a tiros—, sentando un precedente, porque Sheela había tomado la decisión de armar a los «sanniasins» y entrenarlos para una resistencia armada frente a la hipotética decisión del FBI de desalojarlos, violando, según expuso Sheela en diversas televisiones, leyes constitucionales básicas que los amparaban.

A diferencia de lo que fue el ashram de Puna, adquirido gracia a la generosidad de Ma Yoga Mukta (Catherine Venizelos), una griega heredera de un armador, que sigue siendo el corazón del actual Osho International Meditation Resort, Sheela propuso la creación de una ciudad, en la que trabajaron gratuitamente los fieles, siguiendo un modelo de voluntariado comunista en el que el único objetivo de todos ellos era el bien común y la buena vida del fundador, quien pronto reunió una flota de 19 lujosísimos Rolls Royce, que acabarían siendo 97, y a quien los fieles quisieron dotar de una de 365, para que pudiera usar uno distinto cada día del año.

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El documental, elaborado a partir de la memoria de sus principales actores, tanto desde el punto de vista de la secta como desde el de los vecinos de Antelope, el pueblo que fue absorbido por los sectarios en unas elecciones democráticas y rebautizado como Rajnishpuram, nos ofrece la creación de una sociedad alternativa a la tradicional, que representan los vecinos del rancho, una sociedad sexualmente libre, solidaria y comunista que los vecinos —sumamente puritanos y conservadores— ven como una amenaza para los valores usamericanos. Lo cierto es que, desde un punto de vista político, el documental nos muestra cómo se puede afianzar el poder autoritario, dictatorial, cuando la masa en la que se sustenta ha sido alienada en aras de una realización personal narcisista y hedonista, camuflada en un movimiento colectivo cuya unidad y fuerza son exaltadas como una conquista social.

A lo largo de seis condensados capítulos, en los que hay una notable pluralidad de puntos de vista, observamos cómo una mujer con un carisma especial, unas dotes de mando espectaculares y una persuasiva capacidad dialéctica, Ma Anand Sheela, consigue convertirse en la única intérprete de Osho en la tierra, vedando de forma celosa y decidida todo tipo de contacto con el gurú que no se produjese a través de ella. Osho, posteriormente, al salir de su letargo —en el que le ayudaron a sumergirse durante tres años una ración de 60 mg diarios de Diazepam y generosas dosis de ácido nitroso…— y encontrarse con el desafío a las autoridades usamericanas en el que se había embarcado su mano derecha, sin encomendarse a él ni al diablo, se percató de que el único objetivo de dicho enfrentamiento era arruinar la posibilidad de desarrollo del floreciente negocio de su ashram usamericano, porque el enfrentamiento había llegado a tal punto que Sheela se había propuesto, alterando el censo electoral con homeless traídos de las principales ciudades de Usamérica, ganar las elecciones del condado, en un camino que, ya puestos, los llevaría a apropiarse también del estado de Oregon. Hasta tal punto llegó el delirio político de Sheela. Todo esto que relato aquí, fiel transcripción del documental, en éste aparece como noticia de primera página en diarios y televisiones de toda Usamérica, donde el fenómeno se convirtió en viral mucho antes de que existieran internet y las redes sociales.

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El movimiento vecinal, primero, del condado, después, y del FBI, más tarde, fue creciendo hasta convertirse poco menos que en una lucha descarnada entre los sectarios y lo que ahora llaman algunos «la sociedad civil». Hasta el creador de las zapatillas Nike, Bill Bowerman, se sumó a la «resistencia» contra los «invasores» que querían liquidar el «usamérican way of life» o poco menos.

Una vez que Sheela, después de que ella y su seguidores hubieran atentado contra la vida del médico del gurú —porque sostuvieron que había una conjura para «eliminarlo»— y hubieran realizado, así mismo, el primer atentado bacteriológico en Usamérica, usando la salmonella como agente infeccioso, salieron del país huyendo de la más que previsible orden de búsqueda y captura que emitirían los tribunales del país, y se refugiaron en Alemania, la vida de la comunidad cambio radicalmente: el «despertar» de Osho, que aterrizó forzosamente en la realidad, conllevó la denuncia de la actuación «fascista» del grupo encabezado por Sheela y la alegación reiterada de su inocencia total respecto de las perversas maniobras en la oscuridad llevadas a cabo por su mano derecha. Coincidió aquella huida y su regreso con la entrada en la secta de la productora de El Padrino, el gran éxito de Coppola, quien acabó siendo nombrada la «nueva Secretaria», y quien se dedicó en cuerpo y alma a defender al gurú de las acusaciones del FBI, que acabarían con la detención del gurú cuando este quiso huir, en un jet privado, rumbo a las Bernudas.

El documental tiene un valor extraordinario como documento vivo de cómo un movimiento sectario, con leyes y formas de vida que nada tienen que ver con los estándares de la región donde se instalan, puede convertirse en una amenaza que ponga en cuestión ciertos valores usamericanos plasmados en su constitución: la libertad de expresión, el derecho a voto, etc. El debate que se produce no es baladí, sino una cuestión de límites legales a la hora de ejercer ciertos derechos, porque está claro que, sin la anulación del empadronamiento fraudulento de los homeless, el movimiento de los rajnishis se habría apoderado del condado y quién sabe si, con métodos idénticos, de todo el Estado.

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El documental, visto desde Cataluña, permite añadir una analogía con el «prusés» secesionista, que no me parece ni rebuscada ni traída por los pelos, porque nos permite tomar conciencia de lo que, en un país con derecho a usar armas, hubiera devenido un movimiento xenófobo y supremacista como el del nacionalismo catalán de viejo cuño. ¡Horroriza pensarlo!, aunque el actual e indigno Presidente de la Generalidad, el señor Torracista, haya defendido esa vía violenta para conseguir un estado independiente en Cataluña, sin que el Gobierno central haya hecho el menor movimiento para apartarlo, como merece, por desleal a la Constitución, de su privilegiado puesto de mando. La secta de Osho, en todo caso, defendía unos postulados, llamémosles «liberales», que chocaban con la mentalidad ultraconservadora de sus vecinos, por más que estos de lo que se quejaran es de que su presencia «desnaturalizaba» el lugar donde habitaban con discreción y tranquilidad.

Lo que está claro, eso sí, es que el documental se presenta como un caso polémico y crítico en lo relativo al ejercicio de los derechos constitucionales, y, desde el punto de vista de los seguidores de Osho, y, durante esos 3 años, de Sheela, ¿cómo objetar nada al esfuerzo solidario y armonioso de una comunidad que construye de la nada una ciudad donde reina una alegría y una honestidad compartida por todos? Desde fuera es cierto que se ve algo impostada y aun hasta algo bobona esa felicidad de «manual» de autoayuda, que nada ni nadie es capaz de resquebrajar, aunque Sheela tuvo sus detractores, que abandonaron la comuna.

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Choca, también, que todas las virtudes de Osho nos lleguen como referencia, porque en muy pocos momentos, salvo cuando condena a Sheela, se le ve «en acción», con una capacidad de persuasión que no nos permite sospechar a los no adeptos a sus doctrinas que estemos ante un ser «superior»; antes al contrario, la afición desmesurada al lujo y su defensa a ultranza del capitalismo, así como su hincapié en la dimensión materialista de sus doctrinas, nos hacen dudar de la dimensión espiritualista de su obra. Describiéndose a sí mismo como «Zorba el Buda», Osho resumía en una etiqueta afortunada el sincretismo de sus enseñanzas: una unión extrema de lo mejor del materialismo: la riqueza; y lo mejor del espiritualismo: la paz interior. De hecho, su viejo ashram hoy se llama Osho International Meditation Resort

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¿La doctrina de Osho? En un momento dado y a modo de provocación, para contestar a un periodista, él resumió sus enseñanzas en el siguiente decálogo, de los que destacaba, sobre todo, los puntos que yo he transcrito en negrita…

 

  • Nunca obedezcas ningún mandato a no ser que también provenga desde tu interior.
  • No hay otro Dios que la vida misma.
  • La verdad está dentro de ti. No la busques en otra parte.
  • El amor es una plegaria.
  • Llegar a ser el vacío es la puerta hacia la verdad. El vacío mismo es el medio, el destino y el logro.
  • La vida es aquí y ahora.
  • Vive, totalmente despierto.
  • No nades, flota.
  • Muere a cada instante para que puedas nacer de nuevo a cada instante.
  • No busques. Aquello que es, es. Detente y mira.

Juan Poz-FirmaPuedes seguir a Juan Poz en Twitter como @JuanPoz9 y también en su excelente blog de crítica cinematográfica «El Ojo Cosmológico de Juan Poz» y en su blog de crítica literaria «Diario de un artista desencajado»

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Autor- Juan PozImagen de cierre de artículos