¿Quién quiere disentir?

Publicidad libro entrevistas¿Disentir?Plantilla Jorge R. Rueda

A veces tengo la sensación de que la sociedad actual va camino de convertirse en una especie de secta. No en sentido literal, claro está, sino en cuanto al modo de regirse.

Las sectas, como todo el mundo sabe, son grupos religiosos que se separan de la fuente principal u original para ir a su bola. Crean sus propias reglas, adaptándolas a sus necesidades o a sus gustos, o a sus intereses, e inician su camino en solitario. Igual que los vocalistas de los grupos de rock de los setenta y de los ochenta. En ocasiones con distintos resultados —igual que los vocalistas de los grupos de rock de los setenta y los ochenta—. Generalmente, las sectas se relacionan con la religión. Recordemos que en La Biblia, a los primeros cristianos se les llamaba secta, al considerar que se habían separado del judaísmo. Si bien dentro del propio judaísmo ya existían diferentes sectas, como el Frente Popular de Judea y el Frente Judaico Popular.

Lo cierto es que judaísmo y cristianismo son dos religiones diferentes a pesar de sus cosas en común. Se me ocurren un montón de absurdos ejemplos para ilustrarlo, como el Real Madrid y el Barça, que jugando en la misma liga son dos clubs muy distintos con diferentes ideologías y adeptos. Creo que no es un buen ejemplo. O los habitantes de un bloque de pisos, que viviendo cada uno en su casa y formando familias muy diversas, pertenecen a la misma comunidad de vecinos. O como el PDeCAT. En fin, ya he dicho que eran ejemplos absurdos.

El caso es que, como decía, cuando hablamos de sectas solemos pensar en la religión. Sin embargo actualmente también usamos la palabra secta para referirnos a un grupo, de la índole que sea, que se separa de otro mayor para ir por su cuenta y, como he dicho antes, establecer unas nuevas reglas más acordes con sus principios o intereses.

En cualquier caso, lo que está claro es que la palabra “secta” tiene unas claras connotaciones peyorativas. De ahí que ninguna secta esté dispuesta a admitir que lo es. Y es lógico, porque las cualidades que las definen y que suelen ser comunes a todas ellas son bastante inquietantes si se analizan fríamente. Así que los que están al mando de tales sectas se esfuerzan concienzudamente en disfrazarlas de algo positivo, de principios que los diferencian y los hacen parecer superiores a los que están fuera de su círculo.

Si hay una característica que no falla en ninguna secta es la intolerancia hacia la disensión. No está permitido tener una opinión diferente a la oficial, la establecida por el grupo. El pensamiento único es primordial. Por supuesto sus miembros no son conscientes de ello, y creen ser individuos libres y con capacidad de pensar por sí mismos. Se niegan a aceptar que su pensamiento haya sido manipulado paulatinamente hasta llevarles a razonar del modo en que la secta quiere que pienses.

«Si hay una característica que no falla en ninguna secta es la intolerancia hacia la disensión. No está permitido tener una opinión diferente a la oficial, la establecida por el grupo.»

Los ausentesPero por si acaso alguien se aparta ligeramente de la senda trazada, disponen de una maquinaria perfectamente engrasada cuyo objetivo es ejercer sobre el presunto descarriado tal presión, que el miedo al rechazo le fuerce a volver al redil. Se le hace sentir culpable, a ver si por sí mismo decide rectificar y corregir su actitud equivocada. Si no responde, se le señala, de manera que puedan ser distinguidos de los demás miembros obedientes. Del mismo modo que antiguamente a las personas condenadas por la inquisición se les colocaba un gorro llamado sambenito. De ahí la famosa expresión «le han colgado el sambenito». Si a pesar de todo se obstina e insiste en defender sus ideas en contraposición con las de la secta, se recurre a la expulsión. Se le condena al ostracismo, del que resulta muy difícil salir, o mejor dicho: regresar. El individualismo es muy peligroso. Por eso es importante hacerlo sentir parte de una comunidad, de manera que el miedo al aislamiento y al rechazo, al hecho de ser diferente, sea más poderoso que el impulso de defender sus propias ideas.

No solo hay que controlar la manera de pensar, sino que también es fundamental asegurarse de que los miembros de la secta se someten total e incondicionalmente a los ideales creados a tal efecto. Debes pensar de determinada manera y vivir tu vida en consonancia con tales pensamientos. Para eso nada mejor que potenciar las emociones por encima de la razón.

«No solo hay que controlar la manera de pensar, sino que también es fundamental asegurarse de que los miembros de la secta se someten total e incondicionalmente a los ideales creados a tal efecto.»

Si no puedes convencer con argumentos, ataca a los sentimientos.

Si alguien no está de acuerdo contigo, haz que se sienta miserable por ello. Por ejemplo… Si no estás de acuerdo con la ley de violencia de género o con el feminismo actual, es porque eres un machista. Si rechazas la inmigración descontrolada, eres un racista insensible. Y así con todo. Los buenos versus los malos. Si no estás de acuerdo con nosotros eres una mala persona y no mereces el reconocimiento ni el afecto de los demás.

A estas alturas ya no sé si hablo de las sectas o de la sociedad actual. Un momento, que vuelvo al primer párrafo… «A veces tengo la sensación de que la sociedad actual va camino de convertirse en una especie de secta». Sí, pues eso. Que las similitudes me parece que van más allá de lo casual. No sé quién exactamente está detrás de todo ello… ¿Facebook, Twitter, las grandes empresas, los masones, la izquierda, La FIFA, el Imperio, los lobbies, Sauron, Thanos? Ni pajolera idea. Lo que sí tengo claro es que existe una corriente que nos rodea como una plaga de virus y que trata de convertirnos en marionetas sin criterio a las que manipular y someter.

Está por todas partes. En la tele, a través de series y películas en las que sutilmente nos inculcan ideas sobre cómo deben ser las familias, qué es lo que debe ser considerado normal y anormal, quiénes son los culpables de los problemas de la sociedad, etcétera. En la literatura, cada vez más insustancial y simple, quizá con el fin de que los futuros lectores se acostumbren a esforzarse lo mínimo, a no pensar más de la cuenta; en el periodismo, donde la realidad se distorsiona a diario, inclinándose hacia un lado u otro según los intereses del momento. Y me atrevería a decir que hasta en la música, sino ¿cómo leches se explica el auge del abominable reguetón?

«Hemos podido asistir, atónitos, a la caída de personajes públicos, porque una mujer ha declarado que hace treinta años tal señor le rozó el muslo al salir del ascensor con claras intenciones de someterla a sus perversiones sexuales…»

De ese modo, en ese orden de cosas, hemos podido asistir, atónitos, a la caída de artistas o de personajes públicos, porque una mujer, o varias, ha declarado que hace treinta años tal señor le rozó el muslo al salir del ascensor con claras intenciones de someterla a sus perversiones sexuales. Y claro, como “alguien” ha decidido que a las mujeres hay que creerlas sí o sí, pues a ver quién se atreve a llevar la contraria. Y más si hasta crean un movimiento con la etiqueta «me too», que los slogans imponen mucho, y si es en inglés ya no te digo nada. O te unes a la corriente o ya sabes lo que eres.

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¿Y qué decir del nuevo ecologismo? He alucinado en las redes sociales al leer como algunos han sido vapuleados por lamentar el incendio de la catedral de Notre Dame, siendo acusados de preferir un montón de piedras a la selva del Amazonas (no me atrevo a escribir amazonia porque no sé dónde puñeta lleva el acento), como si una cosa estuviera en contradicción con la otra. Yo mismo ya he empezado a bajar la basura a las tres de la madrugada, por miedo a equivocarme de contenedor y que alguien me vea. Que no quiero que me hagan una foto y al día siguiente ser trending topic como ejemplo de incivismo.

Las bolsas de plástico… ¿Contaminan si son gratis pero no contaminan si las pagas? Y en cualquier caso, ¿cómo es posible que todas ellas vayan a parar al mar? Yo las tiro al contenedor, o a las papeleras, y la mayoría de la gente creo que hace lo mismo. ¿Es que no funcionan los servicios municipales de recogida de basuras? Me estoy yendo por las ramas. Este es un tema que daría para otro artículo independiente.

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Feminismo, progresismo, ecologismo, patriotismo, y una retahíla de ismos, son términos de los que ciertos sectores se han apropiado, hasta el punto de que ellos, y solo ellos, tienen derecho a decidir su verdadero significado y, por ende, a determinar quién encaja en sus parámetros y quién no. Así, del mismo modo que las sectas se disponen a dirigir nuestros destinos, sin que nosotros seamos conscientes de ello y por lo tanto podamos hacer algo para tratar de impedirlo: Consumiendo lo que ellos quieren que consumamos, defendiendo los ideales que nos han inoculado, moviéndonos en la dirección que nos han marcado y, en definitiva, viviendo nuestras vidas como ellos las han diseñado.

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«La otra opción es asumir el estigma de inadaptados, de bichos raros, marginados, de parias de la sociedad. De gente a la que es mejor evitar como los apestados en la Edad Media.»

La otra opción es asumir el estigma de inadaptados, de bichos raros, marginados, de parias de la sociedad. De gente a la que es mejor evitar como los apestados en la Edad Media. Seríamos libres, es cierto, pero nos perderíamos el privilegio de pertenecer a una comunidad de iluminados con lazo amarillo; o de desfilar al unísono cual ratones de Hamelín, hechizados por el sonido de una flauta mágica interpretando Els Segadors, o cualquier otro himno; de servir a un designio superior que nos ahorre el quebradero de cabeza de tener que tomar decisiones por nosotros mismos; de ser aceptados y hasta respetados por una comunidad de zombies sin criterio ni principios.

No sé si merece la pena el riesgo. Total, para qué… ¿Para ser libre? Después de todo, ¿quién quiere ser libre?

Jorge R. Rueda-FirmaPuedes seguir al escritor Jorge Rodríguez Rueda en Facebook y en Twitter Si su novela, «Gente Corriente», no está disponible en tu librería habitual puedes adquirirla en Amazon.

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Autor- JJorge Rodríguez RuedaImagen de cierre de artículos